miércoles, 6 de febrero de 2008

LAS VISITAS A MI ABU...

La mamá de mi mamá, o sea mi Abu, vivía a cuarenta minutos de casa, aun recuerdo los viajes que hacíamos los fines de semana para ir a verla y aunque no fueron tan seguidos como lo hubiese querido, fueron los necesarios para siempre tenerla presente en nuestros corazones.
Aquellas visitas a la Abu fueron momentos muy lindos de mi infancia, salíamos muy temprano de casa para pasar el mayor tiempo posible con ella, siempre iba mi mami cargada de cosas, algunas para utilizarlas allá, ya que éramos un batallón, y otras que se quedaban para ella, para mi Abu.
Abordábamos el ómnibus que quedaba a unas cuadras de casa, en ese tiempo creo que solo había una línea de buses que iban hasta Lima, la casa de mi Abu quedaba a medio camino, recuerdo que se me hacían eternos esos 40 minutos de viaje, yo tendría unos 9 o 10 años en esa época, era mucha la desesperación que sentía por llegar a ese recordado y bello arenal, fueron los paseos más bonitos y a la vez los más largos de mi vida.
Entre que dormitaba y miraba el paisaje, mi mente estaba siempre atenta para escuchar la voz de grito de mi papá, cuando decía: “YA LLEGAMOSSSSSSS” era como si una ráfaga de viento me estremeciera y hacía latir con fuerza mi corazón; bajábamos del bus en un paradero que era el comienzo del camino que nos llevaba a su casita, era el comienzo de nuestra larga, habitual y divertida caminata, eran por lo menos un par de kilómetros de camino, a mi corta edad significaba el doble de distancia, pero como cada momento vivido, este también era emocionante.
Cada quien cargaba lo suyo de acuerdo a la edad, siempre llenos de paquetes, de encargos y hasta de animales que mi mami compraba para que mi Abu criara, en la mayoría de las veces eran pollitos, ella siempre decían que eran su compañía, que no se sentía tan sola cuando los oía piar, aunque me parecía raro el estar llevándole varios en cada visita, ella me explicaba que cuando crecían, sus alas también lo hacían y sentían la necesidad de utilizarlas y ella los dejaba ya que cada ser en esta tierra nacía con el derecho a su libertad, hay mi Abu… que libertad ni que ocho cuartos, al tiempo comprendí que la libertad de la que hablaba quedaba en su estomago, siempre ella tan ocurrente, y es que los trataba con tanto cariño que en verdad parecía que los quería, bueno, de una forma si los quería y es que se los quería comer!
Cuando ya estábamos listos todos, cada quien con su paquete, oíamos la voz de mando de papá que decía: “EN FILA INDIA” en ese momento comenzaba la larga odisea de aquel camino, por lo menos otros 30 minutos más, era un camino sinuoso recuerdo, teníamos que caminar con cuidado para no tropezarnos, hay de los raspones que quedaban si nos caíamos, la verdad era algo que no se podía evitar, fue la mayor causa de cómo lucían nuestras rodillas en nuestra infancia, pero siempre recuerdo aquellas caminatas muy divertidas, íbamos jugando, corriendo y contando historias, claro! nunca faltaba un grito de vez en cuando de papá tratando de calmar nuestra euforia, pero para nosotros eso ya era costumbre, no pasaban ni 2 minutos de silencio para que comenzara otra vez la corredera y el griterío, éramos 7, ¿Que más se podía pedir?...
Cada momento vivido, ahora significa para mí un recuerdo glorioso, y es que era eso exactamente, ¡yo vivía en la gloria! El espacio era tan grande, nuestros juegos interminables y nuestra energía inagotable, y todo eso junto hacía que cada fin de semana que nos tocaba visitar a la Abu lo esperáramos con mucha emoción.
Ya a unos 100 metros antes de llegar, la veíamos paradita junto a su puerta, arrugadita, en su piel, cada zanja expresaba cada una de sus vivencias, y esas zanjas representaban todas sus experiencias, una piel que no solo denotaba los años vividos si no también cada problema y cada carencia en el paso de su vida, pero ahí estaba, tratando de erguirse, dándonos a demostrar todo su orgullo por nosotras y toda su felicidad al vernos, cada paso nuestro acercándonos a ella, era como eternizar su sonrisa en nuestros corazones. Junto a su tierna expresión y su excitada sonrisa oíamos también los ladridos de no sé cuantos perros que criaba y unos cuantos gritos de unos primitos que vivían junto a ella, a los cuales a raíz de su muerte, años más tarde, nunca más los volvimos a ver.
Entrabamos todos a su cuarto después de apachurrarla como era costumbre, nos preguntaba mil cosas a las cuales siempre respondíamos con cierta velocidad porque las ganas de salir a jugar con la arena, el agua y los animalitos que vivían ahí nos cautivaba de tal manera que dejábamos siempre para después las conversas con ella, ella ya nos conocía y nos dejaba ir, y es que queríamos a provechar al máximo el horario de la luz natural ya que cuando caía el atardecer y comenzaba la oscuridad, eran las luces de las velas las que nos hacían mirar las pocas cosas que podíamos, alcanzadas con la fuerza de estas. Y es ahí cuando comenzaba a contarnos sus historias las cuales siempre terminaba con una moraleja, fueron tantas que quien sabe si las había vivido todas, aunque a juzgar por la manera de contarlas, fácil y eran ciertas. Nos contaba, si era posible mil historias, hasta que nos dormíamos, nos acostábamos con su voz y nos levantábamos con ella, cuando nos decía dulcemente que ya estaba el desayuno, aun siento el olor de la hierba luisa que nos preparaba junto con esos bizcochitos que compraba cerca de ahí.
No parábamos luego de jugar hasta que llegaba la hora de irnos, lo sabíamos cuando escuchábamos aquella voz ronca que decía: “FUIIIIMONOOS” y era cuando nos acercábamos a mi Abu para apachurrarla de nuevo y prometerle que pronto la volvíamos a visitar. A cada paso de alejamiento veíamos como cambiaba su carita de felicidad por una de tristeza y melancolía, como rogándonos que nos quedáramos un rato mas, como pidiéndonos un último beso, yo corría de nuevo a volverla a besar y sentía húmedas sus mejillas por alguna lagrima que en ese momento derramaba, trataba de no llorar y como si no me diera cuenta de su tristeza me decía, ANDA NOMAS MAMITA, YO ME QUEDO AQUÍ CONTENTA ESPERANDO A QUE REGRESEN... PERO NO SE OLVIDEN DE REGRESAR EH...
Siempre regrese mientras pude, nunca me aburrió ir a verla, aunque se fueron haciendo mas esporádicas mis visitas por las obligaciones que iba teniendo a medida que iba creciendo. Ahora me arrepiento de no haberme dado un tiempo para verla acortando asi mis largos periodos de ausencia…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay siiiiiiiiii, quien no adora a su abuelita, la mia me crio y a ella le debo todo lo que soy, ojala y la hubieraas disfrutado mas, a medida que van envejeciendo se vuelven mas tiernas, me encanto leer tu experiencia, ultimamente solo leo cosas sin importancia en la internet, en dificil encontrar buena lectura, sigue escribiendo, vas a llegar lejos, felicidades, exitos...

Anónimo dijo...

Mira que me olvide de poner mi nombre, me llamo Laura Reategui, y como te dije en el comentario anterior te deseo muchos exitos...

Anónimo dijo...

Hola, disfruté mucho con tus experiencias de niña con tu "Abu"...me reí mucho con eso de los pollos.
De niño tuve un par de ellos como mascotas, finalmente se lo llevaron donde una tía para luego desaparecer "misteriosamente", lo busqué por mucho tiempo hasta que caí en la cuenta qué significaba esa desaparición misteriosa, ahí recién lloré su partida ... y por un buen tiempo.
Muchas Gracias,
Daniel

Juanka dijo...

Linda historia....ahi creo que se refleja en lo vivido cada uno de nosotros un poquito de tu experiencia...una abuela adorable..viajes largos para verla..etc..sigue esribiendo amiga...